Hace unos años no se utilizaban, pero hoy en día ver mochilas portabebés por la calle es de lo más común, mientras que otras personas se inclinan por las bandoleras o fulares de porteo, sus “primas hermanas”.
Son una buena alternativa al cochecito de bebé, recuperan la costumbre de llevar a los niños pegados al cuerpo -no solo en la calle, sino también en casa-, y te permiten transportar a tu bebé contigo mientras realizas otras tareas o paseas con él.
Desde la web apego.es explican que dentro de la crianza con apego, el porteo significa llevar cargado a tu hijo, con la ayuda de un sistema como la mochila portabebés que permite repartir el peso de forma equilibrada liberando los brazos del progenitor y posibilitando un contacto permanente entre el adulto y el bebé.
Su origen bebe de una práctica ancestral: la mayoría de mamíferos cargan con sus crías desde el nacimiento. Puedes fijarte, por ejemplo, en una gatita y sus crías. Cabe diferenciar entre el porteo ergonómico y el que no lo es: el primero es aquel que respeta la postura natural del niño, se adapta a la curva de su columna vertebral y facilita su correcto desarrollo psicomotor.
También evita sobrecargas musculares en el adulto causadas por un mal reparto del peso. Algunas de estas mochilas son evolutivas: ofrecen buen sostén de la cabeza, se ajustan al crecimiento y permiten que el bebé esté a la altura correcta.
El porteo ergonómico con mochila portabebés tiene muchos beneficios que detallemos a continuación, desde un fortalecimiento del vínculo emocional al apoyo para el desarrollo neurológico, respiratorio o gastrointestinal del bebé.
17 beneficios de las mochilas portabebés
Las mochilas portabebés tienen múltiples beneficios para la salud física y mental de tu hijo. Los resumimos a continuación:
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Hace más fácil la transición del bebé de la vida uterina a la vida exterior, puesto que todavía es neurológicamente inmaduro. De hecho, ya se habla de exterogestación o “nueve meses fuera, nueve meses dentro”.
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Estrecha el vínculo afectivo y refuerza el apego entre el padre o madre y el bebé. Entre otras cosas, porque incrementa la segregación de oxitocina, la hormona del amor.
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Favorece una postura cómoda para amamantar y estimula la producción de leche materna.
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Disminuye el cólico del lactante y los problemas de reflujo y las regurgitaciones.
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Permite prestar atención a cualquier posible signo de malestar del niño.
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Tranquiliza al bebé, regulando su estrés y calmando la ansiedad al proporcionarle una postura cómoda y seguridad, calor y contacto.
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Ayuda al niño a la termorregulación de su temperatura corporal y a una respiración y el ritmo cardiaco.
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El bebé puede escuchar el latido de tu corazón.
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Contribuye al desarrollo de caderas, cuello, columna y espalda, promoviendo el movimiento natural y previniendo la displasia.
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Se adapta a su crecimiento.
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Facilita las constantes muestras de cariño.
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Su efecto sedante permite a tu hijo dormir con más facilidad y durante más tiempo.
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Potencia el desarrollo del sistema vestibular y del tono muscular.
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Combate la depresión postparto.
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El bebé puede olerte y desarrollar su sentido del olfato: los sentidos olfativo y gustativo son los primeros que funcionan y se activan durante los primeros minutos del nacimiento.
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Es más fácil moverse entre las multitudes, evita las molestias del carrito en el transporte público y ahorra espacio en el coche.
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Permiten atender a los hermanos mayores o realizar tareas cotidianas llevando al niño a cuestas, impulsando la crianza con apego.
Cómo elegir una mochila portabebés
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Apuesta por la mochila evolutiva: destaca por un panel regulable tanto en alto como en ancho, adaptada desde el principio. Suele ofrecer la opción de sujetar el panel desde el cinturón o desde mitad del panel.
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Debe estar homologada por la Unión Europea y poseer un reposacabezas. Su asiento debe permitir que las piernas del bebé estén en posición M, la mejor para la cadera, así como la curvatura natural de la espalda.
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Lo ideal es que se adapte a límites de peso elevados, de forma que dure durante toda la infancia.
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Selecciona el tejido o material de tu mochila portabebés según el clima: la malla transpirable y la tela ligera son óptimos para el verano o para un clima cálido, siendo más recomendables para el invierno los tejidos más acolchados y gruesos. Es importante revisar las instrucciones de lavado.
Desde un punto de vista de la seguridad y de la postura del bebé, no hace falta esperar a los 6 meses, ya que en el mercado hay mochilas de porteo diseñadas para ser usadas desde el nacimiento, siempre y cuando el bebé tenga un peso mínimo de 3,5 kilos.
Cuando el bebé es pequeñito, a mejor postura es mirando hacia los padres, con el reposacabezas cubriendo la zona de la nuca. Entre los tres y los seis meses puede colocarse al bebé mirando hacia delante -siempre que la mochila esté diseñada para tal fin-, ya que comienza a desarrollar la fuerza muscular y la visión lejana.
También puedes combinar el fular con la mochila portabebés ergonómica: el primero es especialmente adecuado para las primeras semanas de vida y para bebés prematuros, mientras que la segunda es un portabebés estructurado, más rígido, con tirantes y correas y más sencilla de llevar.
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